Inés Medina: la búsqueda de la propia identidad.

Inés Medina:

la búsqueda de la propia

identidad

Sergio Sánchez-Pando

Escritor

Catálogo exposición The Unified Femininity,

Fundación BBK, Bilbao.

Conocí a Inés con motivo de una cena de Acción de Gracias en casa de Mario Salegi, viejo exiliado vasco -ya fallecido- residente en Nueva York. Aún hoy, pasados más de diez años, me pregunto cómo fue que logramos establecer una amistad a partir de aquel encuentro. El ser ambos bilbaínos transplantados a Nueva York jugaría un papel, quizás también el que ambos llegáramos a la ciudad al mismo tiempo aunque luego tardáramos más de dos años en conocernos, pero en cualquier caso no son elementos sufi cientes por sí solos para justificarla, menos aún tratándose de dos seres de naturaleza reservada e introvertida. Sin duda ambos tuvimos que hacer un esfuerzo, algo debió empujarnos a insistir con el fi n de establecer, y a continuación mantener, una amistad en esa ciudad que tantos obstáculos plantea a la hora de desarrollar relaciones estables y duraderas.

Nuestro segundo encuentro tuvo lugar en una cafetería situada en la calle 57, pero no alcanzo a recordar los detalles acerca de cómo nos las arreglamos para citarnos allí. Sí sé que al poco de sentarnos a la mesa con sendas tazas de café intercambiábamos con la mayor naturalidad, incluso con alivio me atrevería a decir, comentarios acerca de nuestras experiencias personales. Fue aquella tarde cuando se estableció el vínculo entre nosotros, a través de un mecanismo que en algún momento, mientras conversábamos sentados a la mesa, debió emitir un “clic” más o menos audible. A continuación, aprovechando que era viernes y a última hora la entrada era libre, nos acercamos al MOMA para ver alguna exposición.

Ya en un primer momento me había llamado la atención saber que Inés era pintora, pero aún me impresiono más saber que a una edad ya adulta había prescindido de las certezas que le proporcionaba Bilbao para trasladarse a vivir a Nueva York, dándose la circunstancia de que entonces ella no hablaba una palabra de inglés. En un principio me pareció la suya una iniciativa digna de un ser iluminado, cuando no abiertamente temerario. Estoy convencido que no soy el único que lo pensé, tanto como que lo que yo u otros pudiéramos pensar al respecto a Inés le traía muy probablemente sin cuidado. Era muy difícil sospechar desde fuera la perfección con que las piezas encajaban en su cabeza, lo que, por supuesto, tampoco le eximió de atravesar múltiples dificultades durante su periodo de adaptación a la ciudad.

Si algo quedó claro a lo largo de todo este proceso inicial descrito, muchos de cuyos avatares yo sólo conocí más tarde, a medida que nos fuimos conociendo, es la formidable determinación que impulsaba a Inés en todas sus acciones; una determinación que muy bien podía ser interpretada como suicida por quienes la juzgaban hallándose al margen de su mundo, pero que al mismo tiempo se revelaba como una energía extraordinariamente contagiosa e inspiradora para quienes de algún modo accedían a él. Sólo entonces se ponía de relieve su extraordinaria capacidad para identificar y despertar el caudal creativo en personas que, por distintos motivos, habían vivido de espaldas a él. A ellos Inés se prestaba a ejercer una labor de guía, ya fuera de forma premeditada a través de sus clases de pintura, o simplemente por medio de la empatía, sirviendo de estímulo a través de su enorme determinación a otros artistas más inseguros o dubitativos, quizás orientados hacia disciplinas distintas a la suya, como puedo afirmar que fue mi caso. Se trata de una cualidad tan preciosa, tan plena cuando se ejerce con instinto y sabiduría, tanto para quien la ejerce como para quien la asimila, que en no pocas ocasiones ha planteado profundas dudas a Inés, cada vez que sentía que se volcaba en exceso en ella, desviando energías que en el fondo temía estar sustrayendo a su propia obra.

Llegamos así al auténtico centro de gravedad de Inés: su obra. Una obra que no se desarrolla siguiendo una lógica evolutiva lineal en la que cada serie enlaza de forma natural y armoniosa con la anterior, lo que en un principio, capacitado para comprender mejor secuencias más o menos monocordes, me produjo no poco desconcierto, sino que ataca el problema desde diversos frentes, en apariencia poco relacionados entre sí, valiéndose de planteamientos y técnicas diversas, como probando su validez, su efectividad, a la hora de profundizar en los temas. En este sentido la pintura de Inés me recuerda a un ejército que avanzara en frentes distintos, si bien nunca de manera simultánea -cuando se centra en uno de ellos los otros aparentemente se detienen, aunque posteriormente se alimentarán también de los logros conseguidos cuando les llegue su turno de avanzar- en pos de un mismo objetivo. La artista distribuye sus fuerzas en cada uno de los frentes, a los que presta atención de forma consecutiva de tal modo que cada uno de ellosva adquiriendo profundidad. Es sólo al obtener la visión de conjunto que se aprecia cómo también los distintos frentes se alimentan unos a otros. Es un método de trabajo que denota una gran ambición, sustentada principalmente en dos cualidades: valentía y versatilidad.

La obra de Inés descansa también en una lógica de la acumulación en la medida en que se experimentan caminos distintos para llegar a una misma realidad. Cada uno de ellos aporta una forma de conocimiento por sí mismo, que cobra aún mayor valor al sumarse a la experiencia que proporcionó el anterior, como si se complementaran. Así, cada una de las series quedaría enlazada con otra previa pero no necesariamente con la inmediatamente anterior, aunque se alimente también de su experiencia (véase por ejemplo la serie 18, Being´s Joy, pintada entre los años 2004 y 2006 cuyo origen podría remontarse de forma directa hasta la serie 5, The Psychoanalytic Meaning, (1982-1985) pasando por las series 14, The Flowers of Evil or Emptying the Content of the Mind, y 15, The Trascendence of the Ego or Unifi cation; o la serie 16, Also I am…, enlazada con las número 13, The World of Forms, y 11, Analyzing the Limit Between Two Dots (Mind, Heart and Brain.) De tal modo que la obra crece constantemente en amplitud y profundidad, replicando los mecanismo del propio conocimiento en la medida que se aplican distintos enfoques (el psicoanálisis, la razón, la intuición, la emoción) sobre los diversos objetos de estudio: la problemática asociada a la condición de la mujer, el ego, los condicionantes familiares e influencias adquiridas de forma inconsciente, el rol del artista, la autoestima y la necesidad de reconocimiento, el posicionamiento y reacción ante la emergencia del conflicto, las relaciones de poder.

En síntesis, me atrevo a afirmar que en la obra de Inés lo que subyace es la búsqueda de la propia identidad; una búsqueda cuyos orígenes se remontan probablemente a una época lejana en la que siendo ella apenas una chiquilla sus padres decidieron emigrar para iniciar una nueva vida en Bilbao, y que se reactivó con fuerza, cuando pasados cuarenta años fue ella quien de un modo plenamente consciente, a diferencia de entonces, decidió emigrar de Bilbao a Nueva York con la convicción de que ese paso le permitiría abordar con renovada energía y con mayor perspectiva las cuestiones ya mencionadas que se habrían ido manifestando de diversas formas durante los cuarenta años previos. La decisión de Inés parece estar rindiendo sus frutos en la medida en que su obra alcanza, a mi entender, su más alta cota de expresión en la última serie realizada hasta el momento: la número 18, The Being´s Joy, una subyugan manifestación de expresión plástica, más accesible y depurada en su forma que otras anteriores y al mismo tiempo más hipnótica e igualmente insondable en su contenido. La búsqueda continúa pero parecen haberse limado asperezas, disipado incertidumbres, se hacen más patentes los puntos de referencia. Como su título indica, hay motivos para la satisfacción, incluso para la alegría. Más que nunca su obra se erige en cauce y espejo…

Sergio Sánchez-Pando

Escritor